Devoción
“….el Rosario es camino para contemplar los misterios de Cristo y escuela para formar la vida evangélica, debe ser considerado como modo de predicación conforme con la Orden, en el cual se expone la doctrina de la fe a la luz de la participación de la bienaventurada Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia”
(Libro de las Constituciones y Ordenaciones de los Frailes Predicadores, 129).
La imagen de la Virgen con el Niño en brazos, y el Rosario en las manos, venerada en nuestra basílica, se presenta en una actitud de continua espera de aquellos que desean dirigirse a ella. La belleza del rostro ha favorecido la devoción de quienes, ante ella y con ella, meditan los misterios de la vida del Señor rezando la oración mariana por excelencia. De María aprendemos, tal como lo señalaba san Juan Pablo II, “a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor” (Rosarium Virginis Mariae, 1).